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viernes, 8 de marzo de 2024

Continuación de la lectura del capítulo cuarto Las Campanas de la novela Aranjuez de Gilmer Mesa. 8 de marzo de 2024

 Sin comunicárselo sabían que la aventura había llegado a su fin y que seguía la denuncia y seguramente la cárcel, en la entrada partieron el botín a la mitad y decidieron que antes de cualquier cosas deberían llevarle el dinero a sus respectivos hijos, hicieron cuentas y sacando lo del viaje de Byron y su grupo, a Wence  le quedaba algo de plata para ir tirando, pero entendiendo lo apremiante de su situación le dijo al anciano que lo acompañara a llevarle la plata a su hijo y que después  se  fueran juntos  a un pueblo a beber hasta que alcanzara la plata, el anciano dejó para él idéntica cantidad de dinero que la de su compañero y le dijo que iba a enviarle a los suyos el mismo monto que recibiría Byron, y con el capital restante de ambos se podían extender la farra unos días más, se abrazaron montados en la zorra y se dirigieron al barrio; en el camino encontraron abierta una cantina en Lovaina que servía de amanecedero de putas y sus clientes, donde les antojó empezar la bebeta, se apearon de la carreta y pidieron una botella de guaro que consumieron con sed de borrachos y parla de triunfadores en menos de una hora, dejaron paga una ronda de tragos para los escasos clientes del bar a  esa hora y enfilaron de nuevo hacia Aranjuez. Llegaron de nuevo a la casa cuando Byron se estaba levantando para irse a estudiar, al ver a su padre tambaleante abrazado a un amigo igual de borracho, los contempló un momento antes de decirles  Que farrita tan hijueputa la que traen, siéntense  o mejor acuéstense mientras les hago un café  y esperen a ver si hay con qué  hacerles un caldo,  el viejo lo miró quedo y con una sonrisa de colores que pintaban alegrías le dijo, sacando un fajo de billetes del bolsillo, No, mijo, que caldo ni qué  hijueputas, hoy desayunamos con carne y guaro, le entregó una parte y continuó Vea, mijo, esta es la plata para su viaje, del dinero que le quedó en la mano extrajo dos billetes gordos mientras le decía Con esto hágame el favor y nos compra una botella de guaro, dos o tres paquetes de cigarrillos y tres desayunos bien trancaos donde Chela, con calentao y carne, y para usted lo que quiera y encargue de una vez el almuerzo que nosotros dos apenas desayunemos nos vamos, Byron se quedó de una pieza, nunca en su vida había visto tanto billete junto, se tardó un momento en  reaccionar al cabo del cual le dijo gagueando Pe, Pe, pero ¿ de dónde sacaron ese montón de plata, apá? Y cómo que para mi viaje ¿Cuál viaje?, Pues para ese con su grupo, le contestó el papá, Byron, aún alelado por la sorpresa, le preguntó ¿ Estás hablando en serio?, a lo que el viejo le dijo Mijo, yo le dije que usted viajaba porque viajaba, pues ahí está la plata para que se vaya, y no me vengás a decir que ya no querés, Pues claro que quiero, contestó el hijo, pero, ¿ De dónde sacaste todo ese billete?, Pues,  mijo, contestó Wence, aquí mi compadre Arnulfo y yo nos robamos las hijueputas campanas de San Isidro, el hijo abrió los ojos como platos y exclamó ¿Cóóóómo? ¿ En serio? No jodás apá  reloco y  ¿cómo  hiciste? , el viejo sobándole la cara con la palma abierta  le dijo Vea, mijo, ahora no hay tiempo de echarle el cuento, vaya y tráiganos el mandado, que mientras desayunamos le cuento, pero apúrese y no dé visaje que la cosa no salió del todo bien y si me demoro mucho van a venir por mí, el hijo fue y volvió en un santiamén y mientras comían el viejo relató lo sucedido, haciendo pequeñas pausas entre bocados para tomarse un guaro brindado con su amigo, al final de la pitanza y la charla le dijo a Byron Mijo nosotros nos vamos para un pueblo, todavía no sabemos cuál, pero solo unos días, en cuanto vuelva nos vemos, pero prométame que va a viajar con esa plata y que no le va a decir a nadie de dónde la sacó, Byron trató de replicar, arguyendo que plata con problemas no servía, que él prefería no ir a ninguna parte, porque no quería que por su culpa  a él  lo metieran preso, el padre sobándole la cara le dijo Vea, mijo,  así yo devuelva la plata, así consiga de nuevo las campanas y se las ponga al puto cura, así le traiga unas nuevas y se las haga sonar, lo hecho,  hecho está y a mí por este chiste me van a joder, entonces haga que al menos haya valido la pena y váyase para Buenos Aires con su grupo y su novia y sea feliz así sea por un ratico, eso si, me trae una estampita de Gardel y  una  del  Polaco, por nada del mundo se pierda ese viaje, yo lo quiero mucho y estoy orgulloso de usted, hágase una vida buena que para putadas están todas las mías y no se le olvide nunca que su papá siempre va a estar orgulloso de usted, usted es lo mejor que tengo en la vida,. El  hijo  quedó mudo aguantándose un nudo que amenazaba con desatársele en la garganta y a falta de palabras se abrazaron en una despedida improvisada y sin melodrama los dos viejos se montaron de nuevo en la zorra  y  arrancaron  a  la  correría.

Las empresas inspiradas en el amor tienden a triunfar, aunque ese triunfo casi siempre entraña el origen de fracasos ulteriores; a los cinco días, mismos que Byron tuvo que aguantar el acoso constante de la policía, el cura y los vecinos sobre el paradero de su padre, estaban sonriendo como tontos los cinco compañeros musicales haciendo fila y mirando todo con asombro en el Aeropuerto Internacional de Rionegro, llenos de nervios y de expectativas porque ninguno había salido nunca de Medellín ni habían montado en un avión distinto a la réplica que había varada en el Parque Norte y a la que nos llevaron a todos los niños de mi generación para que fabricáramos con imaginación las ilusiones que las escurridas faltriqueras de nuestros padres no podían brindarnos; en este barrio la gente parece condenada a la infelicidad, o lo que es peor, a conocer la felicidad y perderla, o a conocerla de una manera tan fugaz y desapercibida que solo saben que la tuvieron cuando se  ha  esfumado, la complacencia se da a cuenta gotas, manera extraña como se manifiesta la desdicha porque entraña la esperanza que da el intersticio feliz, haciéndonos creer que como ya se conoció es posible en un futuro obligándonos a ir en su procura perpetuamente; Byron después de deslumbrarse y gastarse los ojos de tanto mirar una ciudad portentosa y enorme como Buenos Aires, de caminar por sus calles grises y antiguas que encantan al recorrerlas, de hablar con gente amable y melancólica y de entender lo que se sabe viajando y es que el mundo es uno y enorme y que las fronteras están en la cabeza y son políticas, porque lo humano es universal y nos emparenta en cualquier parte del mundo desde el espíritu infinito y eterno, tuvo que enfrentar su destino; tocó con su banda en el festival,  no les fue mal, pero los cinco entendieron que no tenían el nivel de la gente con la que tocaron, que con mucho esfuerzo y dedicación llegarían a  lo sumo a ser una buena banda de covers y nada más, no tenían la obsesión y el alucine necesarios para dedicarse a la música como forma de vida, entendieron pues en su primer toque internacional que su banda era un pasatiempo, delicioso, encantador pero no fundamental ni acucioso, que hiciera de ellos unos músicos en rigor, de manera que disfrutaron lo que más  pudieron su viaje, porteño y allí mismo fraternal y alegremente terminaron con su banda en el último concierto; mientras que su padre y Arnulfo, después de enviar por correo la suma destinada a los hijos de este, se dirigieron a Fredonia, en donde erl anciano había trabajado en su juventud y del que guardaba un buen recuerdo y se pegaron una farra descomunal de diez días, comieron como nunca y bebieron a sus anchas amén de prodigar trago a quienes se les arrimaron, parecían mineros recién egresados del socavón, ambos sabían que era su postrimera farra, al cabo de la cual con apenas los restos del dinero en sus bolsillos se despidieron con un fuerte abrazo, el anciano había decidido quedarse en  el pueblo y trabajar con su zorra por cualquier moneda, argumentando que le quedaban muy pocos días de vida y no quería pasarlos en  una cárcel, y había intentado convencer a Wenceslao de que se quedaran juntos, pero este declinó el ofrecimiento, sabía que su ausencia redundaría en una constante molestia a su hijo, y tampoco le animaba la idea de vivir huyendo, sabía que aquel que emprende la huida nunca puede detenerse y que las faltas siempre se pagan y él no quería cargar con deudas y estaba cansado para correr, de manera que regresó a la ciudad con la alegría intacta y una sonrisa franca en el rostro, que fue la misma que los  vecinos  le vieron al otro día cuando la  Policía fue a detenerlo. A Wence le dieron diez años de cárcel, y Byron que desde que volvió de su viaje abandonó la música, se dedicó a estudiar su carrera, a trabajar en lo que fuera para ir sobreviviendo y todos los fines de semana religiosamente visitaba a su padre en la cárcel, yo lo acompañé cada que pude hasta el  en  día  que, pasados seis años, un viernes de finales de octubre le avisaron que su padre había fallecido de un infarto fulminante mientras  pintaba las barandas del patio quinto. A su velorio asistimos Byron y su esposa, que era la misma novia que lo acompañó a Buenos Aires, mi papá  y yo; su hijo no quiso que lo cantaran en misa, pues una iglesia después del robo le parecía cuando menos una ironía, en vez de eso con su guitarra, que no había vuelto a tocar desde que abandonó la banda, desafinó el tango "Uno" de Discépolo, que era el favorito de su padre y como última melodía "Cerca de la revolución" de Charly García, envolvió en un pañuelo las estampitas de Gardel y el Polaco Goyeneche que le había traído del viaje y las puso al costado del muerto antes de cerrar el cajón de latón que había alquilado para cremarlo como  fue su voluntad, y mientras el viejo ardía nos fuimos al barrio, despedimos a  su compañera y mi papá y yo nos pegamos la última borrachera juntos en su honor, mirando sus cuadros y recordándolo con alcohol y tangos como a él le hubiera gustado. Ya prendidos me dijo Hermano qué soledad tan hijueputa la que siento aquí, señalándose  el  pecho, no puedo creer que mi papá esté muerto, aunque desde que lo encanaron empecé a sentir este vacío, ir a verlo y hablar con  él  era   un  aliciente y de alguna manera sabía que contaba con él y él conmigo, como fue siempre en la vida, vos no sabés porque tu familia es grande y tenés mamá, pero nosotros éramos los dos solitos para todo, pero ¿ sabés  una cosa? nunca me hizo falta nada, mi papá estaba loco, que duda cabe,  pero hijueputa sí fue buen papá, yo no sé si sirvo para algo en esta vida y además tengo muchos errores, pero lo que soy sea lo que sea se lo debo a él, borracho, excéntrico, loco pero siempre presente y queriéndome en serio y eso, vos y  yo  lo sabemos, a  casi ninguno de por acá le pasó, por lo que vos y yo somos privilegiados de tener  los  papás  que tuvimos, decíselo al tuyo, decile que estás orgulloso de él y no esperés a que esté muerto como el mío para decírselo porque si algo me da putería y se interrumpió para  tomarse  un  guaro doble, es  que  no se lo dije con  la   frecuencia  y  la  seriedad que debía, yo sé que  él  también lo estaba de mí a pesar de lo duro que le dio cuando le conté que abandonaba  la   música y del discurso que me dio, al poco tiempo supo entenderlo  y que mi camino estaba en otras trochas, pero que todas habían sido abiertas por él, y la alegría de cuando me gradué, creo que hasta fio una botella de guaro que  después pagó con trabajo para celebrar con los otros presos, siempre fue así, un tipo que  vivía  al diario sin preocuparse mucho por el mañana,  y  así  murió, siquiera fue un ataque fulminante que le cayó por sorpresa y no lo dejó pensar porque era tan jodido que si se le anunciaba la muerte era capaz  de convencerla de que no se lo llevara...

Terminamos borrachos cantando tangos  y  llorando sin pudor y sin freno como se deben llorar las tristezas cuando son reales, y al amanecer nos despedimos para siempre, y yo no le hice caso a su consejo y nunca le dije a mi padre cuando podía y debía cuán orgulloso  he sido de ser su hijo y también se me murió en deuda como el suyo. 

Al  poco  tiempo  Byron  y  su  esposa  se  fueron  del  país  y  no  nos volvimos a ver, en  el  aire del recuerdo quedaron flotando ese par de canciones como patrimonio y resguardo de su paso por este mundo, escucharlas es ver de nuevo a  Wence  y  a  su  hijo luchando por mantenerse a flote a punta de cariño, en este país de almas en pena donde los muertos por ser tantos, se mueren del  todo  por   falta de  quien  los  recuerde.

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